distancia: 15,3 Km.
desnivel: 356m.
altitud min: 1021 m. altitud max: 1189 m.
dificultad: Media
Ruta circular para visitar el pueblo abandonado de Lomeda (Soria) partiendo de Salinas de Medinaceli y pasando por Arbujuelo.
Para llegar al punto de inicio de la ruta nos dirigimos a la localidad de Salinas de Medinaceli por la SO-411. Entramos al pueblo, seguimos recto por la calle central hasta la altura de la fuente y bajamos por la calle de la izquierda para dejar aparcado el coche junto al rio. Aquí comenzamos a caminar, atravesamos el puente que cruza el rio y vamos por el camino que sale del pueblo hasta la carretera, la cruzamos y el sendero continua por la falda de la montaña. Unos metros a nuestra derecha unas naves agrícolas.
El sendero rodea un cerrillo y poco después se bufurca, nos vamos por el ramal de la derecha. Desde esta altura vemos como los primeros rayos de sol llegan a Medinaceli y al cordal del cerro de la Mantilla, la cadena montañosa que está destrás de Salinas.
La senda sube entre los corrales y parideras que están a los pies de la Peñizuela, una mole de roca que corona estas redondeadas montañas. Una
vez en la cima el camino sigue de frente atravesando la planicie de la
cumbre para bajar por la otra vertiente. Pero nosotros preferimos irnos
hacia la izquierda ya que se ven unas ruinas, marcadas en el mapa como
las ruinas de la Ermita de San Miguel y queremos acercarnos a verlas.
Una vez alli no vemos rastros que indiquen que aqui hubiera una ermita,
más bien parecen las ruinas de unas corrales de ganado.
Nos vamos a la derecha a coger el camino que habiamos dejado y que desciende hacia la actual ermita de San Miguel. Construida junto a un nacimiento de agua, el terreno reverdece en una praderita con árboles. Hay una fuente en medio de la pradera y un abrevadero un poco más abajo.
Aquí se termina el camino. Una senda apenas perceptible sale a la derecha de la ermita pero está invadida por la vegetación, zarzas y aulagas nos arañan las piernas. En cuanto bajamos hasta las fincas de cereal, ya cosechadas, vamos caminando por sus orillas que resultan más cómodas, hasta bajar al camino que atraviesa el valle.
Seguimos por el camino hacia la izquierda, buscando la senda de herradura que se utilizaba antiguamente para subir a lo alto de la vertiente del valle que tenemos en frente y que va cruzando la ladera diagonalmente hacia la derecha. Este sendero estaba empedrado, pero el tiempo y la falta de mantenimiento lo han ido desdibujando, y derrumbando los muretes de rocas de los laterales. Se podria evitar este zigzag y atravesar el valle casi en linea recta, siguendo las marcas de rodadas de vehiculos que se aprecian.
Pasamos junto a una gran roca y llegamos a un collado. Una pista lo cruza perpendicularmente. la cogemos hacia la izquierda y en unos metros se bifurca.
Continuamos por el ramal de la izquierda que baja a la vaguada, cubierta de fincas de cereal y atravesada por arroyos que permiten que algunos arboles crezcan en su orilla. Ya tenemos al alcance de la vista el pequeño pueblo de Lomeda construido sobre un cerro.
Hay una vieja sembradora al borde de una finca, completamente oxidada. Lejos de parecer una chatarra abandonada, la uniformidad del color del óxido le da un aspecto de escultura, un homenaje a los antiguos agricultores de Lomeda.
Un rebaño de ovejas pasta en los rastrojos.Hay una vieja sembradora al borde de una finca, completamente oxidada. Lejos de parecer una chatarra abandonada, la uniformidad del color del óxido le da un aspecto de escultura, un homenaje a los antiguos agricultores de Lomeda.
En las afueras del pueblo, situados sobre 2 elevaciones del terreno, aun se mantienen en pie las ruinas de 2 palomares.
Subimos la cuestecilla final de la loma para entrar en Lomeda. El pueblo tiene una curiosa disposición, similar a un cortijo: lo conforman una gran plaza central, rectangular, cuyos lados estan definidos por 4 hileras de casas adosadas, incluida la Iglesia en una de las esquinas de la parte alta. Algunas casas , reconvertidas en parideras tienen una gruesa capa de basura como pavimento. Otras aún conservan algun utensilio de cocina y viejos colchones.
Mi tatarabuela, Bartolomea Martinez Esteban, nació en este pueblo en 1847 y pasó su niñez y juventud en alguna de estas casas, me encantaría saber cual fue su hogar.
Mi tatarabuela, Bartolomea Martinez Esteban, nació en este pueblo en 1847 y pasó su niñez y juventud en alguna de estas casas, me encantaría saber cual fue su hogar.
Salimos del pueblo por otro camino que atraviesa la hoya de Valdeminguez y llega hasta una encrucijada de caminos donde encontramos una fuente.
Continuamos por la pista rodada, ya de vuelta en dirección a Arbujuelo. A los lados del camino afloran formaciones rocosas de materiales calcáreos, la erosión ha formado oquedades en las paredes, que fueron aprovechadas para contruir pequeños corrales o casetas para animales. Despues de recorrer 1,6 km por esta pista llegamos a una bifurcación y nos vamos a la derecha. Otros 1,8 km. de pista atravesando un paisaje reseco hasta morir junto a la carretera SO-411.
Cruzamos la carretera y cogemos el barranco que baja a Arbujuelo. Asoman las puntas de los tolmos de Arbujuelo, 2 peñascos que sobresalen del terreno como 2 enormes mojones y presiden la parte alta del pueblo. Después del secarral que hemos atravesado, Arbujuelo nos parece un refrescante oasis. Aqui el agua es abundante.
Bajamos hasta la fuente, que está a la entrada del pueblo. Despues de refrescarnos nos vamos carretera abajo 1 km, para coger a la izquierda un camino que cruza el arroyo del Parrejón por un burdo paso de cemento y baja hasta Salinas, paralelo al arroyo. Campos de girasoles a los lados del camino alegran el paisaje. A la izquierda las peñas Los Castillos y peña Redonda. En frente, Medinaceli encaramada en la montaña. Atravesamos todo el pueblo hasta llegar junto al coche.
En esta ruta hemos visto corzos, arañas, mariposas y diversas especies vegetales.
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